Cuando te rescaté, salvé mi vida.
Un rescate
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Amor, necesito ayuda. - me gritaba desde el fondo de la habitación.
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Dame un minuto, ¿quieres?... - estaba en la cocina secando un par de platos.
Arribé a la habitación y la miré. Traté de ubicar el problema pero no me fue posible, estaba vestida para el trabajo, bien maquillada, peinada y su aroma impecable, entonces pregunté:
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Y ¿cuál es la emergencia?
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Es la tonta ropa interior... se me desabrochó el bra... - su cara fue tal cómo la de un bebé haciendo un berrinche. - Y sabes que detesto quitarme todo para volverlo a acomodar. - puso esa voz de niña mimada que tanto adoro. - ¿Lo haces tú?
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Claro, mi vida. - la abracé de frente y comencé a deslizar mis manos bajo su blusa y el chaleco gris que estaba usando, aprovechando, por supuesto, la ocasión, rocé la punta de mis dedos con su columna vertebral, mirándola fijamente a los ojos. El tacto la envolvía y satisfacía. No dudó en plantarme un beso y así, mientras nos fundíamos y jugábamos con nuestros labios, terminé mi labor. - Ya estás lista.
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Gracias amor. - volvió a acomodar el cuello de su blusa y jaló hacia abajo el tramo de prenda que dejé enganchado entre su espalda y el chaleco al momento de maniobrar.
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¿Llegarás tarde hoy? - me senté en la orilla de la cama mirándola a través del espejo.
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No bebé, ¿me esperarás despierta? - su voz de pronto sonó un tanto pícara.
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Claro que sí... y aún mejor que eso... - seguí el juego. Ella se giró para mirarme de frente y no pude evitar lanzarle una mirada de pies a cabeza. Sinceramente me encantaban sus piernas y verla en falda, aunque arriba de las rodillas, me provocaba una leve excitación.
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¿Sí?... - se acercó casi susurrando, pegando su frente en la mía y respirando de manera un poco profunda..
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Por supuesto que sí... ¡pero! ahora mismo, usted se va a trabajar. - me paré. - Porque no quiere llegar tarde, me supongo, "Srita. puntualidad"
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Te debo tanto... - su voz de pronto se quebró y eso me alarmó un poco.
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Para nada, si alguien debe algo aquí, soy yo... tú eres mi felicidad y te amo.
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Te amo también. - me volvió a besar.
Tomó su bolso y se dirigió a la puerta de la habitación, me miró y lanzó un beso que atrapé en el aire y correspondí besando mi dedo índice y medio. En seguida, sonrió y salió. Sólo escuché que tomó sus llaves y se despidió de nuestro San Bernardo "Mr. Babas".
Me quedé sentada ahí, un par de minutos totalmente mirando a la nada. De pronto imágenes vinieron a mi mente como breves clips de película en la mente.
Primero, mi antigua pareja, Josué, en la cama con otra chica. Luego, mis lagrimas empapando mi cara, deslizándose y perdiéndose en la comisura de mis labios, para continuar su recorrido hacía mi cuello, largas noches de tristeza donde mi almohada sufría las consecuencias. Pero, la conocí, y me enamoré de una manera que jamás pude comprender. Creo que debería de explicarlo.
Hace 7 años, comencé una relación con Josué Carbajal, un tipo alto, tez blanca, cabello castaño, ojos grises, en fin. Nuestra relación duró 3 años, largos y llenos de falsa ternura. Más de una ocasión me pidió "la prueba de amor", siempre dije que no, que me hacía ilusión esperar a la noche de bodas. Él hacía cómo si comprendiera. Ahora mismo, no sé si hice mal yo por tenerlo tanto tiempo abstenido, o él por ser tan poco hombre cómo para enfrentar el problema de frente y dejar las cosas por la paz. Pero, aquella tarde, estaba decidida a entregarme. Llevaba un vestido casual y consideraba que era muy coqueto, ropa interior provocativa, me había arreglado el cabello, cuidé cada detalle de mi maquillaje y... bueno. Toqué la puerta de su departamento, nadie abría, miré la hora y sabía que era el tiempo de "siesta" que se tomaba. Decidí sorprenderlo metiéndome a su cama. Sabía bien donde escondía la copia de la llave en caso de que olvidara la original y entré. Había un olor tan extraño y en cierto punto, repugnante. Vi ropa interior de mujer, en la sala, junto a su ropa interior y luego, unas risitas provinieron de su habitación. Entonces lo vi, estaba ahí, simplemente posado sobre ella, notó mi presencia y en seguida se incorporó, simplemente salí y los dejé. Por meses estuvo buscándome, nunca contesté, nunca le miré a los ojos, ni siquiera dirigí la palabra. Aún recuerdo cuando me desvestí y me sentí patética al estar usando esas diminutas prendas rojas de encaje.
Claro que pasaron los meses y más que odiarlo, llegué a olvidarlo. Me di cuenta que no sentía absolutamente nada por él y mi bienestar iba regresando, mis notas en la facultad aumentaron de nuevo a lo que era antes, la Lizbeth que era, había regresado a la jugada. Y entonces sucedió.
Un día mientras regresaba a casa, iba leyendo una creación del autor Stephen King, el camión donde iba hizo una parada en un semáforo en rojo y me detuve a descansar los ojos un momento, entonces la vi. Parecía tal como un ratoncillo asustado en medio de un nidal de serpientes. Era uno de esos callejones oscuros de los cuales la gente evita voltear a ver y tapa los ojos a sus niños, uno de esos lugares húmedos y penumbrosos a lado de un cabaret barato o bar de mala muerte en el centro de la ciudad. Estaba ahí, hasta al final, con la cabeza baja, brazos cruzados y podía ver cómo evitaba a toda costa cualquier contacto físico con la gente que la acompañaba. Alrededor, aproximadamente diez sexoservidoras. Sentí cierta pena por ella, cerré mi libro y entonces el camión siguió avanzando.
No pude sacar de mi cabeza su postura, sus cabellos lacios y oscuros. No pude sacar de mi cabeza que esa chica estaba sufriendo. Entonces comencé a cuestionarme cosas que no había pensado antes ¿lo hacía por gusto o necesidad? porqué tal parecía que sus compañeras lo disfrutaban, pero ella... yo simplemente estaba segura de que era diferente, la chica de la calle "Villagrán".
Fueron pasando los días y no podía evitar pasar y buscarla con la mirada, cuando el camión no se detenía en rojo giraba totalmente mi cabeza para ubicarla, la gente en ocasiones se daba cuenta y posiblemente me juzgaran de morbosa. Pero, realmente me resultaba muy agradable verla, cuando comencé a conocer sus facciones, me bastaba más que su postura y su cabello para identificarla, porque también sus ojos ya eran parte de mi vida y mi día a día. Cuando menos imaginé un sentimiento desconocido ya me invadía.
Una ocasión, mis amigos me invitaron a salir, el plan era ir al cine. Sinceramente no me apetecía ir, pensaba en que para ir a encerrarme a algún lugar, prefería mi habitación. No es mi estilo estar en una sala oscura, dónde no se comparten buenas charlas y momentos agradables que memorizar.
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Anda Liz, no seas agría. - me rogaba Carlos, mi mejor amigo.
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No. - dije de manera fulminante, para que dejara de insistirme, pero al ver su cara de escuincle regañado, me suavicé. - Me siento indispuesta y no quiero arruinarles el rato.
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Pensábamos ir a un bar después, se llama "La faena".
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No sé dónde queda y sabes que tampoco me es agradable ir a bares.
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Éste es muy familiar, de hecho, hay música en vivo y gente decente. - enarcó una ceja y torció un poco la boca, esperando convencerme.
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Déjame pensarlo y hasta que terminen las clases, te aviso.
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Queda cerca de la calle Villagrán, así que no andarías tan perdida.
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¿Villagrán? ¿Te refieres a esa calle con lugares de prostitución? - pensé seriamente en aquella chica, mi corazón volcó.
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Entiendo si no aceptas, por el lugar. Pero sabes que es zona de bares y...
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Iré. - dije por impulso.
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¿Irás?... - le pareció un tanto extraño.
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Sí, iré...- giré mi cara, reaccioné ante mi actitud y procuré disimular. - y más te vale que pases temprano por mi, salgo a las 3:20pm, estaré puntual frente a la biblioteca. Si te retrasas 5 segundos, me voy. - mi certeza no la creí ni yo.
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Ok... - dijo un tanto cantado, dudando de mi. - Te veo más tarde.
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Chao.
<>, mi pensamiento empezó a trabajar, nunca antes había hablado conmigo misma. Mucho menos, pensando en alguna persona. Ni si quiera por... el innombrable (ese apodo se lo dio Carlos). Casi siento que sacudí mi cabeza para sacarme esas ideas, casi siento que en verdad lo hice. Apresuré mi paso con la sensación de que todos me miraban, pero en realidad, recibía caso omiso.
Las horas pasaron lento, demasiado lento a decir verdad. Dieron las 3:00pm y mi profesor de lo que era mi última clase, nos dejó salir antes. Caminé hacia la biblioteca, con un sentimiento de ahogo y desesperación al tener que esperar 20 minutos. Hablando técnicamente, era poco, pero a mi sentir era una eternidad. Para mi suerte, Carlos ya estaba ahí, para evitar que me fuera.
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¿Lista?
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Sí - le sonreí. - Lista. - afirmé.
Se ofreció a cargar mi mochila, pero me negué, aparte de que no era pesada me incomodaba la idea de molestarlo. Aunque insistió, terminó por ceder. Siempre he sido muy autoritaria y terca, no habría manera de sacarme de la idea o convencerme y él más que nadie lo sabía bien.
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¿Qué haremos primero?
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Pues, la idea principal era ir al cine antes, pero la función empieza tarde, así que vamos por unos tragos primero.
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O sea, que... ahora vamos para Villagrán.
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Sí... - se quedó pensativo, luego continuó. - si te incomoda, tomamos taxi. - imaginé que lo decía para no tener que pasar por aquellas calles con tan mala vista.
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No te preocupes, ahorremos un poco y caminemos... tenemos tiempo de no hablar.
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Sí, es cierto, desde lo que pasó con el idiota del innombrable no habíamos tenido oportunidad de charlar.
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Se llama Josué, sabes que ya no me afecta, ¿cierto?
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Cierto. - calló unos segundos.
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¿Te puedo comentar algo? - me planteé bien cómo preguntar o decir lo que me frustraba.
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Sí, claro. - volteó y me sonrió.
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Tú que pensarías de una persona que ha mirado mucho a otra persona que visiblemente sufre y ahora está experimentado un sentimiento extraño. - solté sintiendo un nerviosismo poco usual en mi y, seguido, lo pensó un instante.
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Que está enamora... - razonó antes de terminar y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro. - ¡Diablos! ¿Quién es? Cuéntame todo.
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Estás diciendo que esa persona se está enamorando de quien observa.
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Sí, pero cuéntame, ¿quién cayó en tus redes? - me dio un ligero codazo.
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No... es imposible - casi lo dije hablando para mi misma que para él.
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Nena... ¿estás bien?
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Carlos… es que es imposible. - me llevé una mano a la frente. Sabía dentro que era la opción más acertada, pero lo último que quería escuchar.
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Me asustas Liz, ¿qué sucede?
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Tú estás diciendo que estoy enamorada...
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¿Eres tú quién observa a esa persona?... - su sonrisa fue más ancha ahora. - ¡Recorcholis Lizbeth! ¿Quién es? - siguió insistiendo.
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No... no... - me detuve y cerré fuerte los ojos para armarme de valor. - Es una chica. - no contestó nada y siguió caminando. - ¿No me vas a decir nada?
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Sigue a tu corazón, no te juzgues tanto a ti misma y sé feliz.
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No... es que no lo entiendes. - mi angustia aumentó.
Él ya no habló y yo sentía que todo me daba vueltas, cuando menos lo pensé estábamos por llegar a aquella esquina, por aquel callejón. Una sensación de mareo me invadió. Al pisar por ahí, instintivamente la busqué... no la estaba... no la miré... no le sonreí... un sentimiento de decepción me apuñaló, de pronto escuché.
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¡Vamos!, ¡comienza la subasta!... y recuerden, ¡ésta chica es virgen! … tiene un costo especial adicional - decía una voz cómo conductor de televisión.
Una ola de gritos y chiflidos provenía de adentro del cabaret, se reían y empezaban a ofrecer propuestas de dinero. Me detuve frente a la puerta del lugar y Carlos al no sentir que caminaba junto a él, se detuvo y me miró. No le puse atención, pero alcancé a percibir que lanzó una mirada desde la entrada al cabaret hasta a mi.
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Ofrezco $15,000. - una voz se impuso y todos callaron. Luego de unos 3 segundos comenzaron a aplaudir y a gritar como si se sintieran entusiasmados.
Sin pensar en que hacía empecé a caminar hacia adentro. Había un hombre que permitía o no el acceso a las personas, al verme se interpuso, claramente no era sitio para mujeres, pero Carlos me alcanzó.
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Viene conmigo. - aunque no entendía lo que pretendía hacer y sinceramente, yo tampoco, me apoyó y el hombre se apartó.
Seguí caminando, mirando sin mirar. Había un aroma asqueroso a alcohol, muchos hombres de pie alzando los brazos y la voz, uno que otro me miraba con lujuria y entonces Carlos me tomaba de la cintura pretendiendo figurar que era mi pareja. Mis ojos se abrieron aún más con la escena que estaba en un foro en medio de toda la multitud. Era ella, era la chica, siendo forzada por un hombre gordo y visiblemente adinerado, a seguirlo. Sentí cierta furia dentro y sólo pude gritar.
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¡Déjenla en paz!- todos me miraron atónitos. Luego se comenzaban a burlar.
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Mira niña, sal de aquí. - uno me recomendaba. - no sabes quién es él.
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Tienes razón, no lo sé... pero él si sabrá quién soy yo. - corrí hacia el centro y di un empujón fuerte a aquella gran masa andante. Se destanteó y calló sobre una mesa. Entonces tomé su mano, su suave y sensible mano. - Vámonos, ¡vámonos ya! - sus asustados ojos se conectaron con los míos, aún más asustados.
La jalé y ella me siguió, Carlos que observaba todo me llamó desde la puerta y al alcanzarlo nos refugió a ambas haciéndonos correr por delante. De regreso a la puerta el mismo tipo que vigilaba nos detuvo, entonces de la nada un puño a gran velocidad golpeó su cara.
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¡Corran ya! - gritaba Carl.
Así lo hicimos y tan pronto como pudimos, tomamos un auto. Pedí que arrancara y nos llevara lo más lejos posible. Ella, temblaba y tenía sus ojitos desubicados, esos ojitos que sufrían y me partían el alma, por reflejo la abracé y acaricié su cabello.
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Todo va a estar bien. - susurré a su oído. - llora si quieres hacerlo.
Y así, cómo si hubiese recibido un permiso, echó a rodar sus lagrimas. Sollozaba suavemente, podía percibir su voz entrecortada transmitiendo tanto miedo. Luego de algunas vueltas, el taxista frenó y alcé la mirada. Estábamos frente a un edificio departamental, precisamente donde vivo.
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Supongo que por ahora debes arreglarlo tú sola. - Carlos dijo serio y suave.
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Gracias... no sé que hubiese pasado si no estuvieras ahí.
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Te adoro Liz, sin duda esto fue mejor y más emocionante que ir al cine.
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No seas tonto, anda... hablamos pronto sobre esto.
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Claro, entiendo.
Pedí suavemente a la chica que bajara del auto, le prometí que conmigo estaría a salvo y efectivamente me siguió. Entramos al edificio y miraba a todos lados desconfiada, estaba tan pegada a mi hombro cómo si fuese todo nuevo para ella y le asustara lo que veía. Abordamos el elevador y presioné el botón con el numero 8. Al llegar, tomé su mano para dirigirla a mi puerta y entramos a mi hogar. Cerré la puerta tras de ella y entonces la miré de frente. Estaba usando una falda roja bastante corta, un top negro que cubría sólo sus pechos y su maquillaje tenía mucho brillo. Sentí una fuerte sensación de tristeza al verla, pero resistí.
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Puedes tomar una ducha, con confianza, quítate todo eso que estás usando. - ella no respondía, ni se movía. - Conmigo no sufrirás ningún daño, conmigo no tendrás que usar eso nunca más, te lo juro por mi vida.
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¿Có... - tartamudeó y se leía en sus labios temblorosos las ganas de volver a llorar, pero respiró hondo y continuó. - ¿Cómo se llama? - su voz era tan dulce.
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Me llamo Lizbeth. ¿Me puedes decir tu nombre?
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Soy Agata. - bajó la mirada.
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Hey... no... no la vuelvas a bajar jamás. - tomé su barbilla alzando su rostro.
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¿Usted es quién pasaba en el autobús? - su pregunta me desconcertó.
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¿Qué dices?
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Sí... es usted... la mujer que me miraba desde el autobús que pasa por... - se echó a llorar.
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Escúchame atenta, ¿ok? - me miró. - nunca más regresarás ahí, me haré cargo de ti.
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No quiero ser un estorbo... no, otra vez.
Fue entonces cuando comprendí que efectivamente había una mala historia de todo, pero no hice más que abrazarla y luego ayudarla a bañarse, con la más inocente intención, por supuesto, la vestí y ofrecí de cenar, claro que no tenía hambre, la comprendía. Todo era tan confuso. Me confesó que quedó huérfana a los 6 años, que vivió con su abuela paterna hasta los 15, cuando comenzó a ser maltratada y decidió irse a la calle , dónde la recogieron y comenzaron a vender. Me contó que jamás la habían tocado y que al enterarse de su virginidad, le vieron un signo de pesos en la frente. Era tan triste escuchar aquello.
Esa noche no quiso dormir en mi cama, prefirió el sofá y lo menos que deseaba era incomodarla, era normal tras lo que había vivido y seguía siendo una extraña con un departamento igual de extraño. Sabía que el que se quedara era para no regresar jamás a aquel lugar.
¿Ahora entienden todo? Se quedó a vivir conmigo, consiguió un empleo y comenzó a ayudarme con las rentas, yo me oponía, pero más de 5 veces amenazó con irse si no me daba algo que pudiera ayudarme. Cuando comenzó a tomar confianza y nos hicimos buenas amigas, empezamos a compartir la cama y nos contábamos todo.
Nuestro primer beso conllevo a la primera vez de ambas, sabíamos que nos amábamos, yo desde que la vi por primera vez y ella desde que verme pasar y notar que la miraba se volvió una ilusión secreta. pero fue hasta un año después de vivir juntas, y que se desarrollara como persona, que comenzamos nuestra relación.
Se me fue la tarde recordando. Ella estaba por llegar y yo aún sin preparar la cena.
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¡Oh shit...! - grité al quemarme con la sartén.
Las llaves entraron al cerrojo en ese instante y su sonrisa se atravesó la puerta.
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Amor, ¿Qué vocabulario es ese?... - miró a Mr babas - eso hace todo el tiempo cuando no estoy ¿cierto?... decir palabrotas. - él sólo se limitó a mirarla y seguir babeando. - ¿Qué tenemos por aquí?
-
La cena, mi amor. Hice lo que más te gusta.
-
Yo tenía contemplado cenar otra cosa... - me besó y me amarró con sus brazos. - lo que más me gusta cenar eres tú... y eso se ve delicioso, pero... ahora mismo estoy... - la callé con un beso y la senté sobre la barrita que dividía la cocina y el comedor, apartando lo que estorbara. Subí un poco su falda para poder abrir más sus piernas y colocarme entre ellas. Los besos se comenzaban a intensificar.
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Creo que Mr babas, no puede ver esto. - me decía con la más clara intensión de irnos a la recámara, a nuestra cama.
La cargué y sus piernas rodeaban mi cintura, mientras me seguía besando. Al entrar a la habitación cerré la puerta y la dirigí directo a la cama. Me bastaban sólo un par de roces para sentir que mi cuerpo estallaba de excitación.
Estaba posada sobre su cuerpo y comenzó a sacar el cinto de mi pantalón, al aflojarlo metió su mano debajo, hizo un contacto rápido que casi me hace lanzar un gemido. Comenzó a desabrochar los botones de mi blusa, mientras casi al mismo tiempo yo había sacado su saco y desabrochaba su chaleco, se deshizo de mi blusa negra y no sé en que momento de mi pantalón, quedé en mi ropa interior, intencionalmente me puse la que más le gusta.
-
Me encantas, ¿sabes? - decía besándome.
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Sí... pero, ahora pórtate bien y déjame quitarte todo esto que está estorbando.
Me obedeció y se dejó caer sobre la cama. Rápido hice mi trabajo, su figura estaba exquisita... me tomé la molestia (sarcásticamente hablando) de quitar totalmente sus prendas. Es un agasajo de mujer, me refiero a que su figura es perfecta. Sus pechos medianos, firmes y redondos, con un pezón rosadito y excitado, su abdomen plano y duro, sus muslos gruesos y pantorrillas bien formadas, sin hablar de su rostro precioso y su cintura de avispa. Me volvía loca tenerla entre mis brazos. Comencé a besar suavemente sus labios, luego su cuello, de vez en cuando usaba mi lengua y eso a ella le encantaba. Su respiración se volvía cada vez más entrecortada, tomaba mi cabello y lo apretaba, sabía lo que seguía y yo estaba más que encantada en complacerla, metí uno de sus pechos en mi boca y ella arqueó su espalda. Succioné, mordí suavemente, besé. Me quedé ahí algunos minutos alternando turnos para ambos pechos. Ella ya comenzaba a lanzar pequeños gritidos.
Se incorporó rápido y se apoderó de mi boca, desabrochó mi sostén y lo sacó. Su sonrisa malévola se pintó en su rostro y me giró totalmente quedando ahora yo debajo. Su muslo se encajó entre mis piernas y su boca devolvía el placer que anteriormente yo le ofrecí, con la diferencia de que mientras su boca se entretenía en unos de mis pechos, con una mano pellizcaba y sobaba suavemente el otro. Nos hicimos expertas amándonos. Luego de unos minutos, sentía que un orgasmo se aproximada, al notarlo se incorporó, dejándome suspendida aquella sensación. Bajó mis bragas hasta las rodillas y puso una sonrisa traviesa. Besó mi estomagó e hizo un camino hasta mi ombligo con sus labios, siguió besando hasta que hundió su cabeza entre mis piernas.
*Apagado*
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Te amo. - dije entre suspiros fuertes, incorporándome.
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Te amo más. - venía de abajo y se puso a la altura de mi cara.
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Te aprovechas de que no puedo defenderme ¡eh!
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Así es. - se reía. - pero sí, te amo.
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Eres lo mejor que me le ha pasado a mi vida.
-
Lo sé. - bromeó. - Jajaja.
Cuando recuperé el aliento, la hice mía, le provoqué algunos orgasmos, así es, mi chica es multiorgásmica y luego de reposar, nos dimos cuenta que la actividad física nos había provocado hambre, decidimos cenar. Durante la cena de nuevo pensé en todo aquello que vivimos y entonces la miraba. Era increíble nuestra historia.
Al terminar, nos lavamos los dientes, Mr babas se fue a la cama y nosotras seguimos su ejemplo. La abracé por la cintura apoyando mi pecho en su espalda, di un beso en su nuca y con mi mano izquierda, que le servía de almohada, tomé sus dos manos. Nuestras piernas se entrelazaron.
Dormimos, nuestros cuerpos totalmente juntos, compartiendo el calor de nuestros cuerpos. Así será siempre.
El día que la rescaté, me rescaté a mi misma.